El despertar de los fantasmas revolucionarios

 

«Tan solo el fresco entusiasmo y el espíritu agresivo de la juventud pueden garantizar los primeros éxitos en el combate; y sólo esos éxitos pueden volver a atraer a los mejores elementos de la generación madura al camino de la revolución. Así ha sido y así será siempre»
L.Trotski. Programa de Transición
Podemos contemplar nuestro período como la magnificación absoluta de lo que Guy Debord había definido, ya en 1967, como la “sociedad del espectáculo”: la transformación de la vida social en una inmensa acumulación de experiencias efímeras que maximiza el presente y rechaza el pasado como fuente de conocimiento. Conceptos como la memoria, la tradición o la historia entendida como un proceso se han diluido en una cultura que ya no busca en el “ayer” respuestas a los problemas actuales.  Por otra parte, la profunda crisis política que sacude el mundo desde hace más de una década ha supuesto un salto cuantitativo y cualitativo en la conciencia de miles de oprimidos que vuelven a cuestionar el orden capitalista a través de una explosión de insurrecciones que han dejado claro que la revolución es una tarea histórica aún pendiente. Como afirmaba el teórico cultural Fredric Jameson, hoy en día parece más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin de un capitalismo que absorbe toda posibilidad de imaginar alternativas. Pero ¿es esto cierto? ¿Y si la búsqueda de otros futuros se encontrara en esa fricción entre el pasado resonante y el presente? Nuestras derrotas, último largometraje de Jean-Gabriel Périot, lleva al cine el mismo procedimiento que el Manifiesto Comunista: comienza describiendo un fantasma que recorre el mundo y termina pidiendo al espectro que se materialice en lucha.

El cineasta, que ha destacado por su trabajo con material de archivo gracias a títulos como Une jeunesse allemande (2015), vuelve a indagar con Nuestras derrotas en la memoria colectiva a través de una propuesta de cine participativo que busca estímulos en la ficción que puedan provocar avances en la conciencia del espectador. En la película, un grupo de estudiantes del instituto de Ivry-sur-Seine reinterpretan escenas del cine militante propio de Mayo del 68, tales como Camarades (Marin Karmitz, 1970), La Chinoise (Jean-Luc Godard, 1967) o La Salamandre (Alain Tanner, 1970) para después abordar un debate sobre las complejas preguntas que abren las escenas recreadas: ¿qué es el capitalismo?, ¿es la huelga un instrumento de lucha efectivo?, ¿hace falta una revolución? Périot, que ejerce como entrevistador curioso siempre fuera de plano, nunca rebaja el nivel y se acerca a los jóvenes de forma limpia para capturar el devenir de los tiempos cincuenta años después de las movilizaciones del 68. Las respuestas de los estudiantes, a veces lúcidas por instinto y otras confusas o carentes del vocabulario necesario para abordar la temática en su complejidad, terminan de conformar una experiencia audiovisual colectiva en la que el debate es un fin en sí mismo. La yuxtaposición entre lo viejo y lo nuevo y el despertar de los fantasmas revolucionarios estimulan la inteligencia de los jóvenes y contribuye a potenciar su subjetividad política.

Nuestras derrotas es una narración cinéfila que se mueve entre la militancia y la búsqueda formal. Pero no como dos compartimentos separados, pues para Périot el contenido progresista debe ir en consonancia con un progreso técnico y narrativo que combata los preceptos del cine comercial. El director filma en un blanco y negro granulado las escenas pasadas (en una selección curatorial exquisita) y opta por no usar vestuario específico o decorar en exceso. Por el contrario, las espontáneas respuestas de los alumnos se presentan en un color saturado y nítido que busca una aproximación justa que no esconda la imprecisión en sus respuestas. Los planos fijos, interrogantes y a la altura de sus miradas, confían en el poder de la palabra e invitan al espectador a unirse al proceso pedagógico. El inesperado epílogo que cierra el filme redondea con coherencia la propuesta de Périot transformando la teoría en práctica revolucionaria. El vídeo viral que muestra la humillación policial a unos jóvenes manifestantes acontecido durante las movilizaciones en Mantes la Jolie en diciembre de 2018, quiebra la confianza de los estudiantes en las instituciones y supone un salto en su conciencia. Los jóvenes pasan de las aulas a las calles. Las imágenes se inundan de política. Los fantasmas cobran vida.

Si la crisis revolucionaria de Mayo del 68 se produjo en un contexto de crecimiento económico, hoy en día la juventud francesa vive una situación de desempleo y precariedad generalizada. Durante la explosión de los sectores más oprimidos de los banlieues, la reciente huelga general contra el proyecto de reforma del sistema de pensiones o las protestas contra la violencia policial tras el asesinato de George Floyd, los manifestantes eran mayoritariamente jóvenes. La gran pregunta de Périot, para la cual no ofrece respuesta, es clara: ¿cómo llevar a esta juventud a politizarse y desear la revolución? El título de Nuestras derrotas, melancólico en su apariencia, esconde una llamada a la rebelión sin tapujos, pues es la lucha, y no la victoria, la sustancia de la que se compone la clase obrera y la juventud.

 

Yago de Torres
Revista Mutaciones
25 julio 2020